“No hay muchas diferencias entre un rey en su trono y un macho alfa gorila en su risco”

Luis Arroyo, sociólogo y presidente de Asesores de Comunicación Pública

luisarroyo

(Imagen de su álbum personal)

La primera vez que vi a Luis Arroyo (Madrid, 1969) fue una tarde de tiempo triste de noviembre. Entró en una clase de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Complutense de Madrid y en tan sólo 5 minutos logró “conquistar” a los presentes con su inteligencia y don de gentes. Aquella tarde aprendimos mucho sobre comunicación política, pero también sobre humildad y realidad.

Asesor del Banco Mundial y de candidatos y gobiernos nacionales y locales. Fue director de los gabinetes de la ministra de Vivienda, Carme Chacón y de los dos secretarios de Estado de Comunicación entre 2004 y 2008. Al poco tiempo, la por entonces vicepresidenta primera del Gobierno de España, Teresa Fernández de la Vega, le llamó para que fuera director adjunto de su Gabinete.

Tras sus aventuras por Moncloa, fundó, junto a dos buenos amigos, la empresa Asesores de Comunicación Pública. Un proyecto que desde 2008 es su vida junto a su familia (numerosa) y sus libros.

Desde el blog “Para que hablen” le preguntamos sobre todos los términos que le rodean diariamente (asesores, comunicación, políticos, opinión pública…) y, en concreto, sobre su último libro El poder político en escena (RBA), donde demuestra como nuestro comportamiento político no se diferencia tanto del de otras especies animales.


– En política, ¿los humanos nos comportamos como animales?

– Naturalmente, porque somos también animales. No sólo, pero también animales. La política humana es mucho más sofisticada porque está mediatizada por la cultura, pero básicamente no hay muchas diferencias entre un rey en su trono y un macho alfa gorila en su risco.

– ¿Qué nos convierte en tan parecidos?

– La pura genética. La política tiene una fuerte base genética. Se calcula que el 40% de nuestro comportamiento político está ya predefinido. No hay un gen conservador, por ejemplo, pero sí un genotipo que nos hace más miedosos, lo que a su vez genera conservadurismo.

– Desde comunicación política, ¿cree que se escucha al pueblo?

– Por supuesto. Otra cosa es que se le haga caso… Pero escuchar se escucha mucho. Y se aplican constantemente las técnicas para hacerlo: las encuestas, el seguimiento de prensa, la investigación cualitativa. Es un mito lo de que los políticos no saben lo que piensa la gente. Lo saben bien. Lo que sucede es que no siempre saben o quieren atender a lo que oyen.

– ¿Es posible adelantarse a la opinión pública?

– Liderar es más surfear olas que ya existen que crearlas. Generalmente el buen liderazgo consiste en percibir el estado de la opinión pública y adaptarse a él.

– Cambian las formas de comportarse de la opinión pública. Háblenos del sofactivismo, ¿en qué consiste?

– Sofactivismo es activismo de sofá. Participar en los asuntos públicos retuiteando algo y pensar que de esa manera ya participas. Es un activismo de baja intensidad. Clickativism lo llaman los anglosajones.

– No son buenos tiempos para la clase política. ¿Qué les falta a los políticos españoles?

– Se les verá mucho mejor cuando la economía vaya mejor. Hay una correlación casi perfecta entre la percepción económica y la percepción política.

– ¿Qué les sobra?

– Les sobra conservadurismo y dependencia de los poderes financieros.

– Muchas veces lo que el poderoso quiere no es lo más correcto en comunicación. ¿Cómo se enfrenta a esas situaciones?

– Nosotros podemos aconsejar, explicar, pero quienes toman las decisiones son ellos. Para bien y para mal.

– ¿Qué hay de “verdad” en la comunicación política?

La política está hecha precisamente para lo que no es «verdad», para lo que admite verdades distintas. Para la verdad están las ciencias duras o la religión. Por tanto, hay mucho de verdad en la política y en la comunicación política, aunque sea de una verdad determinada.

– ¿Contar buenas historias es clave para que un político triunfe?

– Por supuesto. Pero no solo contarlas, sino interpretarlas y hacerlas reales. La política es decir, pero también hacer. El storytelling está muy bien, pero es mejor el storydoing.


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